Para los polacos, su ejemplo más espeluznante fue el asesinato de 22.000 oficiales polacos, prisioneros de guerra cuyas cenizas reposan en los cementerios de Katyn, Miednoye y Kharkov.
Era muy probable que poco después de su muerte sus restos mortales se uniesen a los del mundo en un fuego todavía mayor para acabar convertido en átomos individuales.
La abuela esperó sentada en el trono, en medio de la calle, hasta que acabaron de bajar la carga. Lo último fue el baúl con los restos de los Amadises.
Detrás de ellas caminaban cuatro indios de carga con los pedazos del campamento: los petates de dormir, el trono restaurado, el ángel de alabastro y el baúl con los restos de los Amadises.
Las cenizas sepultaron muchas vidas, pero ayudaron a conservar sus cuerpos y espacios, como la Villa de los Misterios, por la que puedes pasear y descubrir cómo pudo ser en su origen.
Amanda vive con su familia en un módulo prefabricado cedido por el Gobierno de Canarias, pero asegura que no está dispuesta a renunciar a su casa, aunque tenga que quitar la ceniza a mano.
La cama de la abuela había recuperado su esplendor virreinal, la estatua del ángel estaba en su lugar junto al baúl funerario de los Amadises, y había además una bañera de peltre con patas de león.