2.Podemos proferir millones de palabras para hostigar a las Potencias nucleares respecto de sus compromisos en materia de desarme, pero lo único que, finalmente, las llevará a desprenderse de sus arsenales atómicos es la convicción de que su supervivencia ya no los requiere.
8.Quédese vuestra excelencia con ellos; que en tanto que estuvieren en casa, me estaré yo en la mía, y me excusaré de reprehender lo que no puedo remediar.