Una vez lograda la consistencia deseada, la pasta de dientes emprende un viaje por intrincadas tuberías hasta llegar a una cámara presurizada lista para ser envasada en los tubos.
Después del tostado, los granos se envasan en bolsas de poco más de 2 kilogramos que son entregadas en flotas de camionetas a cafés y tiendas por toda la ciudad.
Los convenios para envasar esas vacunas se hicieron desde el sector público y el privado, y le permitieron a México depender menos de otros países para recibir dosis suficientes para vacunar a su población.