Dice que la lengua surgió a partir de las señas y ademanes que hacían nuestros ancestros, parecidas a las que hacen los otros primates para comunicarse.
Nadie tuvo para ella un ademán amistoso, ni allí ni más tarde, cuando terminados los primeros oficios Ana se halló en la clase de la señorita Rogerson.
Con cara de recluta y ademanes de diplomático, la de la casa de las doscientas, llamada Petronila, ella, que a falta de otra gracia habría querido, por lo menos, llamarse Berta.